domingo, 24 de julio de 2011

Ojos sin mirada

Todo momento mejor evitar las miradas para no ver tu desapego.

Me aterra la idea de ver los ojos sin mirada.
Me ven y no me dejan en paz.
Sin estar en la pieza me dejan solo.
Ni un minuto me hace sentir seguro.

Al final nada parece cambiar.
Su mirada inexistente me va a matar.
Siento que poco a poco me asfixio.
Al final tu displicencia es inmensa.

Sé que me da mucho miedo.
Mucho miedo que se que no me verá.
Tu mirada inexistente no vuelve más.

Perdiendo, encontrando.

Una vez más, lo cotidiano te convierte en humano. A pagar lo que has gozado, bien sabes que la primavera se ha ido. Vuelta a contar.

Con expectación por la carne nos encontramos.
Sin querer saber de ti, me dejé llevar.
Al momento, solo distracción era.
La búsqueda de la carne me movía.

Una vez más, con previo aviso.
No me di cuenta del recorrido.
El tiempo nos pasó por encima.
Encantado estaba.

No quise una vez, más.
Saber que al encontrar.
Se llega a perder.
Perder esencia.

En función de lo químico se llega a entregar.
No saber que al encontrarte, me llegue a perder.
Al empezar a perderte, recordé quien era yo.

Si te vuelvo a encontrar, desaparecido voy a estar.

Fin de la música

El momento, al orto se necesita lo que la cabeza solicite; en la música no es la excepción.

Simplemente se necesita liberar la energía; dejar fluir para enaltecer el alma.
La música, si es idónea al momento; sacará carcajadas y te hará verter tu alma en lágrimas.

El fin único de la música es conseguir la redención; encontrar en el humor el sentido que se busca.
Un fin último que poco a poco a poco se ha ido olvidando.

Vulgarizar la música uno de los trágicos errores de la humanidad.
Dejar de encontrar dentro de la música lo propio; la redención.

sábado, 23 de julio de 2011

Momento más duro del día

Los días con intención se empiezan.
Ignorando por hoy, el espejo.
Las horas suceden intentando ignorar.

La cabeza intenta así misma, bloquearse.
En todo el día, realmente no lo consigue.
Pero aun no besa a la almohada.

Al llegar a la cama.
No hay intento que valga.
No existe otra distracción.

Es la hora más dura del día.
Tus miedos pertenecen a tu piel.
Los saboreas.

El sabor amargo sientes que te va a ahogar.
El sueño te empieza a salvar.
Abres los ojos, vuelta a contar.

Visualización

Y me di cuenta que, la piedra en la falda de la montaña se veía mejor. No era yo quien debía subirla.
Era yo quien debía estar en la cima de la montaña.
La felicidad fue alcanzada.

Fantasma

Sin quererlo desaparecí.
En la muchedumbre me perdí.
Increíble como la carne se deja de ver.

Pasan a un lado.
Carne sin alma.
Un simple fantasma.

Ante los deseos de otro ser.
Se puede llegar a desaparecer.
Ante los caprichos inmundos.
Se puede llegar a desaparecer.

Al final de cuentas es convertirse en invisible.
En un fantasma ambulante.
Ambulante con conocimiento.
Conocimiento de su inferioridad primitiva.

Al final, convertido en otro fantasma pude crear los míos.
Un fantasma hoy soy.

Es cierto, al final....

Siempre fui un malo, un duro y un rudo; pero al final yo la quise más.

Al final fui un malo, pero yo la abrazaba.
Al final era inmaduro, pero la besaba.
No la comprendía; pero la adoraba.

Es cierto, no me amarraba pero, ahí estaba.
Es falso que fuera mi esposa pero, nunca la dejaba.
Es cierto no me dolía, pero sin ella me moría.

Es cierto que las luces me engañaban, pero sin sus besos me ahogaba.

Todo eso es muy cierto, ella me quería.
Ella decía adorarme.
Ella me mentía, pero yo no huía.

Es cierto, en parte fue mi culpa.
En parte ninguna de ella.

Pero al final, yo la quise más. Yo estuve ahí y ella no lo estuvo más.

Una luz

A pesar de la tormenta, a pesar de lo oscuro; hay algo que te dice que algún día una luz va aparecer.

El color de la pimienta ha ensuciado todo, lo sabes.
Sabes bien, lo que el honor a ellas no les dio.
Aun así, esperas que la luz pueda aparecer.

Que con un “Te quiero…”
Las relaciones de poder se transformen.
Esperas mal, no sucederá.

La genealogía de la moral no se distribuye.
Se nace con ella.
La abnegación es voluntad.
No oportunidad.

Deja de esperar esa luz, ese sentido de calma para ti, no existirá.

viernes, 22 de julio de 2011

Carnaval

Supe que me tenía que sentir bien, simplemente no me quería sentir así.

En la soledad me recomendaron.
“Vete al carnaval.
Sube tus niveles; por un momento.”

No lo dudé, en la soledad.
Emprendí un camino solitario.
La verdad, no comenzó bien.

Al tiempo, un poco de felicidad.
Me olvidé de ti.
No me recordé de mi pecho.

Ya me sentía bien.
Te recordaba con rencor.
Más aun así sin bramar tu nombre.

Al final, ni mis pasos veía.
Al final el sueño me encontró.
Todo me dolía.

Al final la cabeza me dolía.
Pero no me dolía el pecho.
Deje, al menos.
Por un momento, sentirme así.

Tiempo Lento

No te diste cuenta, cómo ni a qué hora la primavera se apoderó de ti.

Al final nada te quedó
Viste una vez más.
Una vez más nada eres.

Que fácil fue vivir tanto tiempo.
Que duro es que pase un minuto.
Te has convertido en su esclavo.

El tiempo bastardo del honor.
Colaboró en apoderarse de ti.
No te lo puedes creer.

“Ignacio, ignorante….esas catedrales destruidas fueron ya”

Nada se puede hacer.
Solamente vivir en el tiempo.
Propiedad de ese minuto.

Preso de tu deseo.
Te convertiste en todo.
En todo menos, su anhelo.

Tiempo rápido

Durante la primavera no existe más aroma que el polen; así inicia la infección.

Notas el calor, no existe frío en la cabeza.
El cariño no extrañas, ahí está.
No te das cuenta que el tiempo te consume.

Te ha consumido.
Te ves embebido en ese encanto.
No quieres más que ese sabor.

No te diste cuenta que el tiempo pasó volando.
No supiste como reaccionar, solo accionaste
No es tu culpa, son tus instintos.

Tus entrañas te movieron.
Gozaste del amor y el cariño.
No te diste cuenta que salir costaría.

El tiempo se fue rápido, gozaste sin gozar.
Amaste sin amar.
Al final el tiempo te consume.

jueves, 21 de julio de 2011

Jugando a la alquimia

Esperando convertir aquello en oro se desveló.
Esperando conseguir resultados diferentes, hizo lo mismo.
Sin saberlo, en su locura y dolor se empezaba a hundir.
Sabiéndolo de igual manera lo siguió haciendo.

Esperándolo se puso a jugar con ello, saliendo ileso.
Al haber, como dicen; gente dentro de la habitación.
Nadie quiere, nunca hablar de amor.
El resultado ya estaba dictado.

Con la alquimia, supo entonces.
Que el resultado nunca es el esperado.
No existe el juego ahí.
Ya no quedaba más fe.

El resultado estaba dictado.

Sangre Pesada

Probablemente llegue a lastimar, probablemente nunca lo llegue a saber.

Sin animadversión
Sangre pesada tú tienes.
En un momento no se comprendió
Más adelante, todo encajó.


Si, es cierto.
Es pasada, fuerte y asfixiante.
Acumula fuerza y energía.
Expulsa el poder en la acción y respirar.
Todo esto es verdad.

Pero, al final.
Siempre y únicamente al final.
La sangre pesada responde.
La sangre pesada es fuego.

Fuego que abriga y no quema.
No quema; protege.
Es algo que con el tiempo se sabe.
El que con arriesgarse se aprende

Lobos

El frío es intenso; ahorca el alma.
Las miradas queman la sangre.
Esos ojos que no sienten nada.
Que perforan lo más profundo de mí.

El viento que atormenta la cabeza.
Ni los placeres del cerebro se gozan.
De una forma; no te diste cuenta.
Simplemente siempre se mantuvo al acecho.

Tiempos diferentes lo es todo.
La intención en su momento fue igual.
Esperó el momento claro para saltar dentro.
Al menos darse cuenta muerto estaba ya.

El lobo acechó; esperó y cuando menos se esperaba algo así atacó y así; una vez más me mató.

martes, 19 de julio de 2011

A mis espaldas

Sin importar el qué dirán.
Que por cierto, dirían.
Un hombre sin orgullo.
Sin valor por sí mismo.


A mis espaldas dirían.
Y no me hubiese afectado.
Te hubiese amado.
A mis espaldas hablarían.

Y no me importaría.
El amor sería más fuerte.
El amor aun es más fuerte.
Deja que hablen a mis espaldas.

Incendios

En honor a esa Zona de Ignacio, se decir que; mataría por volver arder.

Mataríamos entonces, todos por volver arder.
La normalidad no te otorga el fuego del alma.
La pasión se decide culminar con un "nunca más".

Pues bien, dile amor.
Dile amor.
Que ese alivio ya se acabo.
Dile amor.
Que el alivio no te lo doy.

Toda una antítesis de Vegas.

domingo, 17 de julio de 2011

Palabras para usted

Aquí están esas palabras. Esas palabras que su dueña es únicamente usted. Al final, lo consiguió la adoro y usted es mi perdición, mi vicio mi veneno.
No hace falta que las palabras sean eternas, esto es si así lo quiere una última llamada.
En este espacio, durante una semana las palabras permanecerán; el Domingo serán para siempre borradas; y con ellas su recuerdo.
Una última llamada es entonces, una última llamada para que mi atención este volcada en su ser. Una llamada para querer estar con quien hoy, la quiere.
De no ser así, comprenderé que no me quiere, asunto olvidado y la mejor de las vidas posibles.

¿Cómo responder a la llamada?

Pidiendo perdón, a mi corazón y alma lastimada. Reconociendo una, cada una y todas las mentiras que ha dicho; incluso aquellas que se y no las ha hecho saber.
El pasado atrás quedó, pero la confianza en una pareja se funda aceptando el pasado, sino todo es vano.

Entonces, una última llamada es. Pidiendo perdón, aceptando aquellos errores que en mi ser y mi voluntad tengo disposición a perdonar. No digo más, los errores y las mentiras son de mas ya conocidos.

Si quiere querer y ser atendida, si me quiere un poco lo hará.
Sino de verdad, sus problemas conmigo no desea compartir.
Perdón por todo aquello que pude haber hecho mal, yo la adoro.

Simplemente, hoy quiero querer que usted quiera ser querida. Errar de humanos, de sabios aceptarlos y sobre todo, rectificar.

De no ser así, gracias por el tiempo que estuvimos como lo que pudimos un día haber sido. Estas palabras si, son para usted. Nada me importa más hoy que usted.

Una última llamada es.

En ausencia

Las mismas se rehusaban a caer.
El tiempo era parte de su vida.
Sabían que en día o noche caerían.
La lluvia les marcó el camino.

No llegué a saber que así fue.
No quise aprender antes de ellas.
Con ellas, llega el adiós.
De una forma te empiezas a ir.

Esa noche de hipotermia no pude más.
Te empecé a decir adiós.
Y tú, en tu casa sin que te importe.
Y tú, tan alegre y jovial.

La vista mojada y nublada.
La música en el silencio.
Todo esto y cosas que no estaban.
Dictaron la salida en la lluvia.

Las manos heladas moradas.
El aroma a tabaco quemado.
El camino se movía.
Y mi movilidad inmovilizada quedó.

El alcohol hizo su efecto.
Te llamé una vez más.
En mi cabeza yo te llamé.
Y tú, en tu casa sin que te importase.

En otro mundo

En otro mundo su corazón yo llegué a tener.
Cibeles no quiso sonreírnos al mismo tiempo.
Te aleje y tú te acercaste.
Las palabras que la dicha no quiso conocer.

Como en su día dijo Ramón “No quedan dos puntos suspensivos…”

La quiero y ella un día dijo quererme.
Tiempos diferentes.
Tempo bastardo intempestivamente idóneo al desamor.
Finalmente nadie tuvo todo.

viernes, 15 de julio de 2011

Campo

Y en la luz de pronto, quise encontrarte. El clima frio con un sol impertinente en las ideas era idóneo para en ello poder pensar.

Te quise ver, te quise buscar ahí.
Sabía que tu presencia era nada.
Lo que un día fue y hoy se convirtió en un terror.

Una vez más como eterno retorno quisiera yo vivir.
El sol quiso que de la nada, solo estuviese.
Pensando en cómo el agua todo se escapa.


Sentado en esa banca queriendo escuchar tus pasos.
Queriendo escuchar la presencia de tus ojos.
Queriendo sentir la luz de tu boca.
Queriendo querer mis sentidos se trasnocharon.

La luz, me dejo ver las salidas.
Salidas que sin serlo, otorgaban respiro.
Al final era la entrada de tus ojos inexistentes.

Hoy en el sol te pensé, en el campo me quedé.
Me quede en ese campo bajo un techo.
Viendo como tus sonidos se fueron.
Viendo como me lastimaste.

Hoy no veo tus sonidos.
Hoy tus pasos no los veo.
Tus ojos me dejaron aquí.

Las Pociones

Francamente, a Mario le molestaba mucho visitar a sus abuelos. Ir a su casa, apenas fuera de la ciudad era como viajar en el tiempo, pasar del año 2000 al siglo XVIII en simplemente media hora.
Era inevitable, tenía que hacerlo. No era que, sus abuelos fueran molestos, que no los quisiera; al contrario siempre se aprendía algo al visitarlos. Pero al haber entrado a la mocedad, estar lejos de la niña del instituto que le gustaba era, simplemente, un sacrificio que según el merecía premio de alguna especie de mártir.
Al llegar, sus impresiones fueron cambiando de poco. El aroma a tierra mojada le recordó aquellos días, donde el lodo sumado a móviles de juguete simbolizaban una tarde, simplemente; perfecta.
El aire puro, sintió, entró la primera vez en sus pulmones. Sintió de repente que no se encontraba ya, dentro de la ciudad. Al menos el clima, frio y lluvioso significaba estar atado a la televisión satelital, mucha comida (MUCHA) de la abuela además de charlas llenas de detalles de asuntos (que al día de hoy) no comprendía por parte de su abuelo; un militar retirado ya.
Esa misma tarde, en vez de pasar con su abuelo la mayor parte del tiempo (como era la costumbre) decidió pasar con su abuela la tremenda tormenta que azotaba la residencia, en la cocina. Sus ojos inquietos, siempre intentaban mirar la pantalla del móvil asesino de esperanzas y guía de fantasías para los mancebos del nuevo siglo en cuestión de amores.
Poco a poco, se fijo que en un estante. Cercano a la estufa, donde la luz a la cocina no llegaba mucho; había una infinidad de frascos de figuras simpáticas, atrayentes en su contenido por el color tan pronunciad. Que tenía que peguntarle (como todo buen pequeño)
Pero, sobre todo en el estante dos frascos portentosos en su aspecto, cada uno con un liquido diferente. Uno rojo y el otro; blanco. Eran tan bellos dichos líquidos, simplemente estaba hipnotizado.
Intentó hablar con su abuela al respecto, pero ella siempre se mostraba esquiva en cada una de las veces que le preguntaba. No podía comprender como aquellos dos frascos eran tan bellos; daba la sensación de querer sentir su garganta dichos líquidos que a su vista, eran divinos. La abuela fue tajante, “ni verlos, ni tocarlos; menos, menos tocarlos”.
Error, todo lo que a un joven no se le debe decir.
Mario, a la media noche. Su corazón estaba ya poseído, sentía que tenía que probarlos.
Al entrar en la cocina, la luz de la luna de forma paradójica alumbraba en la cocina al dichoso estante donde en la misma tarde se había dejado perder.
Tomó con las manos, al primero de los frascos (siempre su cabeza apuntaba hacia el rojo y el blanco) lo dejó en la mesa y tomó el segundo, el más delicioso pensaba. El rojo y el blanco, vertió en un vaso de vidrio.
Al tomarlo, lo sintió cálido y lo más delicioso en su vida. Su vida, sintió un cambio abrupto; sintió como de repente todo se volvía tan móvil para sí.
La mañana siguiente, su abuela no lo había encontrado en su cuarto para pedirle ayuda con el desayuno, sabía que era un joven muy paciente y servicial.
Al entrar a la cocina, en un minuto su vida dejó de tener sentido. Es entonces cuando una historia tiene cuatro ojos. Dos visiones y dos sentimientos.
La abuela, Adelina se arrepintió en un segundo de haber aprendido las practicas mágicas de su cultura húngara, la vida de un ser inocente y maravilloso había quedado a medias. La piel estaba, a medias. A medio color de oro y plata, era inmóvil en toda regla en la boca con la mano el vaso de vidrio ya vacio.
La abuela, no lo dudó en un segundo. Se sentía impotente y sobre todo, cobarde. Tomo con la mano el frasco de líquido blanco. Lo bebió de un sorbo, al tomarlo comprendió la acción de su joven y bello nieto.
Todo, se volvió tan móvil para ellos. Tan inmóviles quedaron, todo era tan bello; tan móvil para ellos.

Lagrimas sin conocer

Queriendo sufrir y avanzar.
Ayer quise por ti llorar.
Me di cuenta de repente.
Que mis lágrimas no querían bajar.

Llegue pronto a darme cuenta.
Que no quería dejar de saber de ti.
Que tarde supe que te llegue a querer.
Y que al final, nada pude obtener.

Hoy mis lágrimas no caen por ti.
Mis lágrimas aun no quieren sufrir por ti.
Mi cuerpo no te quiere dejar ir.
Mis lágrimas no se quieren alejar de ti.

jueves, 14 de julio de 2011

Sin respuesta

Al final, no supe. Al final, no quisiste la atención. Al final, quisiste que todo quedará en usted. Solo, una vez; la verdad quisiera saber. ¿Por que no pudiste como yo, llegarme a querer? ¿Por que, al final mi atención no fue lo suficiente?
Lo que tuviste aquí no tenías, en otro lado irlo a buscar.
Al final, tu decidiste que todo quedará en usted.

lunes, 11 de julio de 2011

No soy nada

Sin pensarlo, pensándolo.
Sin quererlo, lo deseo.
Bajo el aura occidental del amor quise, un día ser su guía.
No quise saber, no pude comprender que; dicho animal para bisutería usa sus lóbulos.
Una vez, hace tiempo. Dos de forma recurrente. La tercera denota idiotez.
No es culpa del deseo, la naturaleza te empuja hacia tu destino oscuro.

El escuchar es sinónimo, de prestar atención a los labios más; no al dolor, implícito y tácito-menester repetir las cosas para ellas- que se quiere hacer saber. No se comprende, que las palabras sirve, la mayoría de casos para comunicar.
¡Divino invento de la mortal humanidad!
¡Ditirambos a la civilización!
Al final, el olvido no lleva una connotación femenina. Como el deseo, es parte de los hijos de Adán, al final el olvido, lo llega a ser también.
No sufren el olvido, el olvido en su cara no llega a cruzarse en el Delfos femenino.
Al final, una vez más; Ignacio dice “Vuelta a empezar, es hora del dolor vivir, al olvido llegar.”
Que fácil no haber llegado a recordar, para que el olvido nunca las llegue a conocer.
Al final, nada llegue a ser.
¿Por qué creo que, recuerdo es mío y el olvido será para mí?
Una vez más, nada fui. Nada llegue a ser.
Vivir sin recuerdos, ni pena, el olvido no llegará.
Una vez más, nada soy.

domingo, 10 de julio de 2011

Azar sin jugar

Por cada segundo, el reloj mueve sus manecillas.
El tiempo parece eterno durante la espera.
Otro minuto, no te imaginas lo que acabas de hacer.
El humano, como tú, no entiende de tiempo ni oportunidad.

Una hora se vuelve a sumar.
Las gotas resbalan el dolor a través de lo vacio.
Decidiste no ver el móvil con ojos que queman el alma.
Piensas que todo, todo es parte de un juego.

Te digo entonces;
Cada segundo que has dejado pasar sin ver las hojas caer
En cada momento cuyo recuerdo has querido sin querer no recordar
Tus suspiros se perdían entre las risas y el vino
Se te ha llegado a olvidar lo que un día llegaste a sentir

Te olvidaste de una forma estúpida te digo, no supiste que;
En cada segundo que no hablaste
En cada minuto que olvidaste
En cada hora que tu vida te consumió
En cada día que lo decidiste posponer

Fue cada opción que tuviste para cambiarlo todo.
De estar ahí, de apoyar y de querer.
Fue cada momento que tu, decidiste un día dejar de querer.
Es cuando, te digo que, no quisiste querer más
Decidiste no jugar con tu azar.
Decidiste, dar por sentado el azar.

sábado, 9 de julio de 2011

Al tiempo, el orto.

Entre las llagas del dolor, tú vuelves aparecer.
La realidad deja un determinismo implícito.
No se consigue nada con la arena querer remover.

Sólo sé que, en el dolor tu calor me abriga.
Aparece en el tiempo onírico.
Cual astro se entrega al orto.

Vuelves aparecer.
Demuestras que la realidad nunca llegara alterar tu estado inmaculado.
Querida estrella que aparece y se esconde, siempre serás tú.
Enclaustrada en el orto del tiempo onírico dominas mi vida y me entrego a ti.

El dolor nunca, jamás, ni siquiera en otra condición podrá erradicarte de aquí.

Eliminando Libros

Alemania, 1982.

Al fallecer mi abuelo a la edad de 82 años, no sabía por qué sería yo (el más pequeño de los nietos) en heredar su residencia fuera de la ciudad más su colección de libros. Una biblioteca con libros con fechas desde 1600 y una residencia de más de par de caballerías. El dolor que mi grandísimo abuelo, Maximiliano se hubiese ido me hacia indagar más en los libros que un día con tanto esmero me enseñó a cuidar y sobre todo, a poder admirar el poder de la soledad. Existía una razón, (rara por cierto) de porqué era yo el único de los nietos que lo visitaba.
Lo único que dejó, a forma de comunicación fue una carta. Una carta, donde explicaba por qué a mí me heredaba dichos valores materiales (razones que en este relato no vienen a cuento)
Explicaba en ella que, justo en la habitación de al lado de la suya, en su oficina (Oficina donde realmente nunca supe qué era lo mucho que hacía) encontraría algún sentido claro a mi vida. Que tanto así como el fue, capaz de cambiar la historia era mi turno.
Al llegar a la residencia, vacía de presencia humana; empecé admirar el silencio como nunca antes lo había hecho. Glorioso, nada podría describirlo; al llegar a la famosa oficina, note que llave no había. Gracioso anciano, nunca me dejó nada fácil, jamás siempre hizo que exigiera mi cabeza.
Me fui por lo bruto y fácil, tumbe la puerta luego de muchas arremetidas en contra de ella. El olor ha guardado, el inconfundible aroma a abuelo, me eclipsaba. El whisky se mantenía como siempre, el olor a libro viejo y sobre todo a puro, me hizo recordar que siempre como el quise vivir.
En aquel viejo escritorio de madera tenía un cuaderno con una infinidad de apuntes, al sentarme en la silla del mismo escritorio; note que, frente al escritorio a los lados del bar había dos puertas. Jamás las había notado, nunca.
No le di importancia y empecé a leer tan curioso cuaderno. Una vez más, mis ojos quedaron atónitos; esas dos puertas según (lo creyese en ese momento o no) el cuaderno gracias al bar, que parecía estar incrustado a la pared no era, nada lo que parecía ser.
El cuaderno, con voz grave como la de Maximiliano, ese anciano tan sabio como el tiempo, me explicaba teorías sobre los dichosos agujeros negros o bien, agujero de gusano. Nada tenía sentido, ni siquiera la caja de metal que según el dichoso cuaderno contenía materia extraña; suma de quarks que mi cabeza fascinada por las ciencias sociales, hasta el día de hoy había escuchado tremenda aberración física.
Al terminar de leer la ultima pagina decía; “Es tu turno de cambiar la historia sin cambiar el mundo y su historia, los efectos deben ser pequeños pero para ti, magnánimos; una vez alcanzado tu objetivo sabrás como regresar, no lo dudes. Mi más preciado regalo para ti, es cambiar un trozo de la historia a tu antojo. Te quiere, tu abuelo; Maximiliano”
Comprendí de forma implícita lo que estaba a punto de suceder. En el bar había una barra con cuatro dígitos, no lo dude en ningún momento y marque; “1893”.
Abrí la puerta derecha al lado de la “materia extraña”, el resplandor fue penetrante en mi cuerpo. Me vi al instante, saliendo por la otra puerta. Un tipo de canas blancas fumaba en la silla donde hace segundos estaba sentado. En un español confuso me dijo, “Haz lo que te propones hacer, vuelve a tu tiempo y se feliz.”
Salí del cuarto, sabiendo mi misión. Al instante supe, que la persona con la que hable había sido (¿o es?) mi bisabuelo.
Busque en Berlín, el hogar de la valquiria del mal, de la asesina de genios, vampiresa de la sabiduría. Mi alemán, no era el mejor. Indumentaria dentro de la casa que en años, seria mía había mucha ropa para poder parecer de la época. Al salir de la casa (en ese tiempo mansión) un carruaje esperaba, se le había dado órdenes al cochero de llevarme, durante el tiempo que así quisiera donde me placiera.
Nunca, un había de aproximadamente 100 kilómetros, había durado más de un día. Gracias a mis lecturas asiduas de la literatura alemana/prusiana/austriaca sabia a donde ir, el cochero asintió en mi pésimo alemán a donde ir.

Al llegar a la calle, donde mi corazón palpitaba de forma increíble. Durante medio día esperamos, hasta que por una esquina la vi pasar. Como la imagine, como la logre un día “ver” en sus escritos. Cabello rubio, piel tan blanca como la leche.
¡Tan miserable que no debía respirar un momento más!

La mujer, entró a su recinto. De manera, espere unos minutos. Baje del coche, intentando disimular el hecho, que mi fenotipo no era ni de lejos proto prusiano. Forcé de forma seca la puerta, de modo que de un golpe la abrí. “Milagro que alarmas en estos tiempos no existan”, pensé.
Subí por las gradas, debo decir que mi instinto animal me guio por una casa que había leído más nunca visitado. Avance por un corredor de cinco metros, al llegar a la última puerta, de forma sigilosa me aventure a entrar. “Está en el baño” me dije en mi cabeza.

La vi desnuda a punto de entrar a la tina, por un momento comprendí que tan tremenda belleza sintiese atrofia sexual, sin deseo por la carne y la potencia que tenia sobre los hombres, mentes brillantes del siglo XIX.
No sentí cuando ni como ocurrió, simplemente con los brazos frente a mi me abalance hacia ella, fue la única vez que vi en los ojos el miedo humano. Al tomarla por el cuello, ella resbaló, cayó dentro de la tina; no sin antes con la cabeza golpear en uno de los bordes. El golpe, no fue mortal, puesto que todavía tuve tiempo de saborear la victoria en mis manos y como la sangre se diluía en el agua, la vergüenza que un día sus manos tuvieron el descaro de relatar moría en mis manos.

Sus ojos, en ningún momento dejaron de verme. Mi ira, crecía y crecía, la sangre en mi boca la sentía; la venganza de un acto que ni siquiera salía a la luz, estaba consumada ya. La tez rusa blanca, pasó a ser un color como la mora. Saque mis manos de la tina, con la misma agua ensangrentada empape mi cabello, me vi en el espejo y salí a tiempo, a tiempo de ver como Rae entraba en su casa.

Llegué a la mansión al día siguiente, no busque siquiera me quise despedir de la sangre más añeja que tenía relación conmigo. Abrí la puerta, enumere los dígitos y me marché.
Al salir, (o entrar) por la puerta de la misma oficina en el año de 1982, me dirigí hacia la estantería donde estaba ese maldito libro.

El libro donde Lou Andreas-Salomé tuvo un día el valor, o descaro de analizar al mismísimo Dionisio, a Zoroastro al hombre bastardo de su tiempo, a mi Fritz, mi maestro y de la humanidad entera.

No estaba, busqué la biografía de Salomé y no; el libro jamás fue editado. Es más, la casa donde un tiempo vivió con Paul Rae había sido quemada por el mismísimo Rae.

Con una sonrisa, me senté. Por primera vez tomé un puro y pensé; “¿Como una persona pudo haber asesinado sin siquiera, haber nacido? Simplemente en la atrofia sexual que Salomé le generaba a Rae, un día cansado decidió quitarse la vida con ella dentro. Fritz, nunca se enteró; hundido en si mismo estaba ya. Al final, su pensamiento y vida; jamás habría sido comentado en un libro de un ser tan insignificante.”

domingo, 3 de julio de 2011

Dejando el querer, dejando pasar

Aunque el deseo una cosa dicte, aunque la cabeza por momentos se nuble. Al final la cordura acompañada de resignación aparece; llega la hora de decir; “No va más, aquí te quedas y yo me voy”.

En una niñez precoz, supiste la hora de decir adiós.
Te dolió, un golpe que después de los tiempos, persiste.

La droga aparece de un modo adormecedor.
Ese éxtasis comprendes que, es mejor no probarla más.

El recambio de lo perfecto arde de deseo en tu ser.
Te das cuenta que algo tan sucio llega a ser nocivo.

La dulzura de una comodidad sin pasión te entretiene.
Una vez más comprendes que, nada haces ahí.

Y por último, la locura te estremece la cabeza.
La debes dejar ir, pues libre quieres ser.

Al final, amigo; te das cuenta que escapar frente a un altar no es de cobardes. Es de sabios observar desde la montaña la destrucción y el horror de la intimidad. Al final, debes ser honesto, tomar lo que quieras; cuando sientas que te quieres quedar. Huye y nunca mires atrás. Debes dejar el querer, debes dejarlas pasar, huye y no mires atrás.

sábado, 2 de julio de 2011

Tiempos Gramaticales

Sé que estas dentro de mí; más aun es de genio reconocer que algún día te voy a perder. No puedes quedarte conmigo, el miedo se impregna en mí y es hora de decirte adiós.

De forma absoluta sé que no eres tú.
De forma relativa me puedes tener.
De forma absoluta quiero que te largues.
De forma relativa hoy te pido, quédate.

El tiempo gramatical hace una vez más su jugada y mi cabeza queda muy dañada.

Los celos se adentran en el tiempo relativo de la gramática.
Los celos relativos por su intensidad parecen ser absolutos.
La cuarta dimensión queda supeditada a los sentimientos.

Hoy me di cuenta que el tiempo se puede detener, hoy de forma absoluta no te quiero perder.

Hoy son las palabras las que me mandan.
Hoy se que la gramática cambia el deseo.
La vida se marca por los tiempos.
Mi tiempo hoy, es relativo.
Relativa felicidad.

Por ende, el tiempo es eterno en lo relativo. Hoy de forma absoluta no te tengo, hoy absolutamente soy feliz.

viernes, 1 de julio de 2011

Reina del Juego

Una vez más, una para mí. Todas para el mundo. Ninguna para tu realidad; has vuelto a ganar, sin “nada” te has vuelto a quedar.

Jugaste a lo que siempre sueles interpretar.
La mentira no olvidas nunca.
Parte de tu papel impregnado es ya.

Te felicito por vivir el número.
Como buen ilusionista.
Vives el acto, juegas a jugar.

Nacida para engañar.
Vestida para la traición.
No permites un simple aroma.

Debes tenerlo todo, sin algún día; saber que tuviste algo.
Bien jugado, ojos mentirosos.
Bien hecho, ojos sin naturaleza.

Lograste tu cometido, con todo y sin nada te vas a quedar.

Trochilinae del vuelo y el adiós

Pequeña ave que solo busca el néctar, llega sin preguntar; se va al vaciar lo sustancioso del alma. ¡Sigue pues que tu adiós conmigo ha llegado ya!

De una forma intencionalmente intencionada se llega a caer.
Sin darse cuenta el néctar se llega a regalar.
El vuelo tan encantador, adormecedor es su seducción.

Un ave tan pequeña, tan mentirosamente honesta.
La idea de que es incapaz de dañar.
A pesar que la lección sobre animales heridos a sido explicada ya.

De la misma forma, una vez y otra.
Negará el hecho de haber tomado su jugo.
De haber tomado el alma.
De desconcertar la cabeza.

Una vez más ha salido victoriosa en el mano a mano.
Pareciera que, la reputación sin cuidado le tiene.
Toma el alma, destruye la cabeza y crea intimidad.

Un sentido de pertenencia la convierte en Valquiria.
Honesta cómo falsa, belleza horrible que espanta.
Experiencia en su vuelo, experta en decir adiós.

Querida y pequeña ave, tu ganaste.
Ganaste pero a mi jardín no puedes visitar.
Una vez más lograste ganar, ganar; que ni tu sombra se quiera atender.

Vete con el vuelo encantador. Di adiós como sabes decir.
De forma cobarde, silenciosa y mentirosa.

Yo te digo adiós, tu vuelo puedes encausar, me sigues importando.
Pero en este jardín néctar no vas a encontrar más.

Los cuartos luminosos

Entonces, se vio por encima de la ciudad. Sus pies descalzos, los dedos celebraban al aire entre unos y otros. Su cabeza empezaba a sentir frio. De repente, lo supe todo. Podía volar, no solo eso…podía darle dirección al vuelo.
”¿Qué es esto? ¡Qué importa si estoy volando!”

Sintió aliento para salir más allá de la atmosfera, ya tenía 66 años.
“¿Qué importa? De salud no ando bien precisamente, mis hijos se pueden valer ya por sí mismos y mi ex mujer, le tiene más cuidado al dinero que dejare, así que; vamos!”

Germán, al salir de la atmosfera….un vehículo, si. Un vehículo de una sola puerta, a un solo asiento lo esperaba; en ese momento perdió la capacidad de poder manejar su vuelo “gateador”. Al llegar a la nave, su cuerpo se amoldó poco a poco en dicho aparato, que por cierto sus ojos jamás habían podido ver.

La parecía extraño, muy raro (como si lo demás en si fuese normal, gracioso) un experto en economía de su edad, con un Novel a sus espaldas había tenido ya múltiples experiencias que la visión del mundo le llegaba hasta a quedar corta. Le parecía lo más extraño de todo, porque vestía indumentaria toda de blanca, pantalón de algodón parecía, blanco; camisa blanca.
Increíble pero cierto, fue el primer latinoamericano que abordó un vuelo comercial hacia la Luna.
Al caer en cuenta de lo que estaba viviendo, como una nueva experiencia; simplemente se dejo abrazar y la abrazó como si se tratase del último día de su vida.
En su cabeza, existían dudas. “¿Cómo es que puedo volar? ¿Por qué razón al salir de la atmosfera nada me ha sucedido?
Es cierto, todo eso y muchas cosas mas permanecían en su cabeza, un genio de la economía, sin duda. Y como todo genio, a lo nuevo por conocer hay que hacerlo viejo para poder emitir un juicio de valor.
“¡Vamos entonces, vamos a mi querida Luna!”
Entregándose a la aventura, se atrevió a tomar el timón (si es que así se le puede llamar) le dio una dirección, y presionó el botón que parecía obvio que era el que daba impulsión a la nave.
Siempre, Germán; había sentido un amor, un algo, una atracción por la luna. Le parecía enigmática, fantástica, su mirada (porque él como quien te dicta esta historia le puede ver un rostro) lo seducía. La vez que la “visitó”, Germán quedó enamorado de ella; a pesar que nunca llegó a alunizar.
Hoy, era esa oportunidad. Al acercarse, sentía que ella se alejaba más y, aun más.
“Como gato, te digo; mi princesa, no te vayas lejos de mi. Como gato que al anochecer espera tu llegada, te digo ven hacia mí. Quiero verte, sentir tu polvo, besar la cara que todas las noches veo, pero nunca a los ojos has podido tu verme. Dime, entonces ¿Por qué te vas?”
Llegado el punto alunizar, sentía la mirada pesada. Todo oscureció. De repente; una vez más lo supo. Se encontró en ese cuarto luminoso, todo blanco. Nunca la claridad le había molestado tanto como en este momento.

“Señora Santander, sé que es difícil. Pero su esposo, está haciéndole un favor a la humanidad. Sé que los anti psicóticos al día de hoy, no son los mejores y pareciera que en vez de contrarrestar la esquizofrenia la potencian. No comprendemos que sucede. Pareciera que su ex esposo, se niega a “aceptarlas” en su sistema, es por ello que no comprendo; porque el efecto que tiene es de potenciar sus alucinaciones. Dice visitar la Luna, sin nunca poderse ver. Típico de dicha enfermedad; pero hay algo que debo decirle. Todas las noches, no sabemos en donde se mete su ex esposo. Incomprensible. Créame que en nuestro centro las condiciones de seguridad son óptimas. Pero, no sabemos a dónde se va a esconder.”
Una lágrima cayó por la mejilla de Esther. No podía comprender, como ese hombre que fue un gran padre, esposo y una mente, brillante; muy brillante pasaba por esto.
Se dirigió hacia el pasillo donde Germán solía pasar las tardes en una silla de rueda, triste final para un genio de su envergadura pensó.
“Germán, amor mío. Acepta tu medicina que es por tu bien. No luches con tu enfermedad, aprende a vivir con ella y tal vez, un día puedas tu volver a casa.”

Con una mirada perdida la vio, sonrió de forma displicente y dijo. “Soy feliz, fuera de aquí no tengo vida. Tú no eres más mi esposa, yo se que hace meses un divorcio firme. Traspasos de propiedad y vehículos. ¿Qué te crees que soy idiota, ciego o imbécil? Tú decides, vete y déjame con mi felicidad. Jamás a la hora de ella me encontrarán. Ver sus ojos sin que ella me mire me hace feliz. Yo puedo volar, mi carroza espera por mí en el mismo lugar. El día que mi Luna mis ojos pueda ver llegará. Soy feliz aquí, enferma tú que vives del recuerdo; no te das cuenta el poder de la mente. La fantasía cuando la deseas, se convierte realidad. En las noches ve hacia el cielo, el viento me acaricia y la Luna me espera; mi nave soy yo. En el espacio no hay ruido que escuchar, he alcanzado la felicidad.”
Se volvió hacia su mirada perdida, nunca salió de su enfermedad dicen los doctores.
Eso sí, en las noches; nadie sabe dónde está Germán, la felicidad había sido encontrada ya.

Sin ver tú sombra

A un lado de mi razón pasaste. Se me olvidó los momentos de esclavitud por la carne. Tus ojos dejaron de ser zafiros mareantes, simplemente los ojos que un día también deje pasar.

La materia de la ética el primer lugar me hizo tomar.
Atención a lo estúpido quise dar.
No todas las cosas de la vida son las favoritas al alma.
La responsabilidad hizo que mi cabeza se limpiara.

Pasaste como una sombra a mi lado.
No te di atención.
No supe que te podía dar esa atención.
Se me olvidó el color de tus ojos.

Una desintoxicación más pronta de lo esperado.
Que te vaya bien pues Reina de la Mentira.
Vuelas como siempre.
No me doy cuenta de donde estas.

En este día tan cambiado, la atención se me olvido darte.
Al final, nada te costará otra nueva historia inventar.
Tan poco importa ya, que ni los versos son duros.
Tan poco parece importar, que mi alma en ellos no siento más.