lunes, 13 de junio de 2011

Un nuevo año

Inicio de algo diferente, algo de realidad con ficción. Un nuevo inicio, un nuevo año.

“Aquí están sus resultados” le dijo la enfermera a Ignacio. A sus 27 años era apenas la primera vez que se hacía un chequeo médico. O al menos eso recordaba.
–Antes de irse pase a mi despacho- le dijo el Dr. Casanova. El asunto que el doctor le quería mencionar era que, de manera extraña en su cuerpo no existían rastros de elementos químicos como la Serotonina, conocidos por su influencia en la felicidad del ser humano.
Al salir de la clínica, Ignacio no sabía que pensar, no sabía que sentir. Según se le indicó existía un incremento en ciertos químicos en su cuerpo más aun así otros, no había rasgos.

Al entrar a su apartamento recordó, “Es hoy 2 de Mayo, una vez más hoy se cumple un año de haber conocido a la Mujer de Ojos Imposibles. Y me veo en el espejo, me duele y sé que no soy el hombre que ella merece. No valgo lo suficiente para buscarla.” Ignacio tenía 13 años soñando con una mujer que, nunca besó, nunca tuvo y lo peor; que la había visto no más de una vez cada año (si tenía suerte). Simplemente para Ignacio, era la razón de levantarse cada día y tener la osadía de ver hacia el espejo para ver, si por fin era el hombre que pudiese el mismo –en nombre de ella- aceptar.

Se recordó entonces, los resultados no habían cambiado. El doctor no pudo explicarle lo siguiente; exceso de testosterona y estrógeno, traducción que el deseo sexual era algo que no solo se daba en las mañanas. A pesar que, Ignacio era un tipo que tenía casi cinco años sin invitar a una dama a su cama. Extraño y mucho más, pensó. Siguió leyendo dopamina, serotonina y norepinefrina. Estas últimas substancias que el cuerpo humano segrega se encargan de mantener la felicidad en niveles bajos, altos o bien, nulos. Lo raro es que Ignacio se sentía feliz, feliz porque el recuerdo de la Mujer de Ojos Imposibles permanecía. No tenía trabajo (vivía de una vieja herencia), no tenia amoríos, vivía en extrema soledad salvo su gato, Lucas.
Siempre consideraba que era una especie de bastardo en su tiempo, no tenía amigos ni persona con la que en realidad mantuviese una estrecha relación. Ni quería, ni necesitaba, era feliz en su tragedia y el recuerdo de una mujer; que aspiraba a verla una vez al año. Una tragedia perfecta, un modo de vivir que Ignacio sabía lo hacía feliz. Algo que su doctor, no supo explicar.
“¿Y acaso esto evitará que siga con mi rutina?” se dijo acostado en su cama, mientras Lucas pedía incesantemente un poco de comida, el maullido más las ganas de un buen anís acompañado de un cigarro lo hizo levantarse. Para su infortunio, anís no había más. Pronto recordó que en un lugar en la zona más adinerada de la ciudad había un lugar nuevo, “Delicias Catalanas”. Refunfuñando y con ganas de un poco de aire se dispuso a salir por su anís. El atuendo el mismo, cabello bien recortado, botas vaqueras, camisa dentro del pantalón; algo que según su memoria le indicaba su padre le solía decir, “La única forma como un hombre se puede vestir.”
El lugar era perfecto, pensó. Claro salvo los mortales superficiales que lo rodeaban en un lugar que solían ir porque estaba de “moda” y era lo más elegante consumir cocina de la “Madre Patria”. –qué pena, para ser idiotas el humano acude en manada.- Dijo mientras sentía como la garganta sentía el fuerte sabor de el licor añejado.
A lo lejos divisó una figura conocida, el tiempo se detuvo. No sabía qué sentir, qué pensar, la Mujer de Ojos Imposibles estaba ahí con un tipo que era la viva estampa de lo que se le conoce alienación, ellos bebían anís. ¡Su anís! No lo toleró, se levantó; quiso salir por la puerta de atrás. Bebió de un sorbo el resto de su anís, dio un último jalón al cigarro y se puso en marcha. Lo delicado era pasar cerca de su mesa, por detrás de la Mujer de Ojos Imposibles, sin siquiera tener el valor de saludarla, hubiese sido devastador.
Al dirigirse hacia la puerta trasera sentía como perdía una batalla (¿o la guerra?); cuando de pronto sintió que algo o alguien lo sacudió hacia el baño. El golpe fue seco, apenas pudo ver cuando era arrastrado hacia un vehículo. Pasaron horas manejando y en ningún momento Ignacio se sintió inmutado, siempre esperaba con ansias la muerte, le parecía simplemente algo natural y para Ignacio que mejor que morir en un 2 de Mayo.

Fue bajado del vehículo aun en movimiento, el golpe fue aun más pasional que el primero. Lleno de polvo, bajo la lluvia de estrellas en esa montaña oscura cuando de repente algo vino a su cabeza. Conocía ese lugar, había pasado ahí antes. Se encontraba en el municipio de Mataquescuintla, justamente la montaña Miramundo. Sintió cómo un hombre alto y espigado se acercó a él a zancadas descomunales, pero sin ir a prisa. Lo tocó por el hombro y todo cambió. De repente la montaña se encontraba a sus pies. ¡Volaba, levitaba! Sueño húmedo de todo infante. Cuatro personas de la misma manera levitaban frente a él, no daba crédito.
“¿Qué sucede? ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué hago aquí?”. Los gritos eran vanos, por lo menos estaba a quinientos metros encima de la tierra.
El hombre más delgado habló, “Ignacio o mejor dicho Dionisio, hijo. Hace 350 años fuiste depositado en este mundo. Hace más de dos mil años, nuestra especie le fue encomendada el cuidado de este planeta. No por sus recursos ni por sus habitantes. Es nuestra misión entender y si se puede, poner en práctica algo llamado amor. En tu camino un ser humano, fue colocado. Tu apreciación por este ser es máxima, que miedo te da concretar un encuentro ascético, conocer a ese ser y así descubrir qué es el amor. Debo decirte, que debes seguir tu misión con un poco de ayuda, no te recordarás de mí; pero al tiempo espero que por tu bondad consigas explicar, dejando a un lado la química; ¿Por qué los humanos experimentan amor? Se uno de ellos y a una de ellos amarla debes, ser uno con ella. Hoy no te explicare todo, solo te digo lo siguiente Emakume bat behar du maitasuna. Zure egingo du entregatu behar, galtzeko beldurra duzu. Berarekin joan, orain beldurra duzu, ez da bizi.”
Al tiempo que escuchó esas palabras conocidas, cayó hacia el suelo. Antes de caer se dijo “Ese idioma lo conozco, es Euskera.” El golpe fue rotundo, al caer no comprendió donde estaba, ni por que caía del cielo, ni qué era ese lugar. Dormido quedó. A la mañana siguiente, el sol azotó su rostro, vio hacia ambos lados y pensó; “Hoy es 3 de Mayo, un nuevo año. Este es mi año. Debo buscar a la Mujer de Ojos Imposibles; ese imbécil no puede estar con el amor de mi vida. Mujer de Ojos Imposibles, grito y prometo al cielo que miedo no te tengo, te amo y te voy a conquistar.”
Horas después entro al apartamento, intrépido vio hacia el espejo. Una sonrisa en su rostro lleno de tierra se dibujó; ese hombre había llegado ya.

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