martes, 30 de diciembre de 2008

La clase politica en declive

Para que funcione la maquinaria pública gubernamental y administrativa, se requiere de profesionales y técnicos ávidos e intelectuales que la operen y hagan transitar en pro del servicio representativo. Es decir para el correcto funcionamiento del Estado son necesarios los funcionarios competentes que le echen a andar, ello supone que tales funcionarios sean profesionales doctos en las distintas materias a las cuales se les asigne trabajar. En nuestro país más que en otros de Latinoamérica existe un vacío profesional embarazoso que fortalece los problemas y aleja las soluciones.

Basta con echar un vistazo al Congreso de la República, son innumerables los analistas, que afirman que en ese organismo reina un verdadero circo romano, numerosas son las recurrencias de los diputados al proceso de interpelación de Ministros (articulo 166 CPRG) cuyo objetivo primordial, es cuestionar de manera seria el desempeño de tales funcionarios en el ejercicio de sus cargos, sin embargo hoy este proceso es tomado como un juego, y como un espacio digno programa de chismes, pues se cuestiona a los Ministros basándose en vagas pruebas muchas veces y en dimes y diretes merecedores como se dijo de una telenovela o un típico programa amarillista. Lo grave e imperdonable es la forma en la que se denota la falta de intelectuales y una clase política fuerte en el país, es lógico que en el Estado laboren personas de reconocida capacidad profesional, y lamentablemente lo que vemos en declaraciones escritas o noticieros, son señoras de mercado, a quienes no buscamos ofender, pero precisamente por eso trabajan en el mercado y no en el Congreso, organismo plagado en otros países de funcionarios capaces y expertos. Lo que algunos partidos de oposición buscan es desacreditar el funcionamiento del partido oficial, pero caen inevitablemente en la ridiculez mas obvia, aunque para algunos es motivo de risa incluso de placer, tristemente ello denota nuestro atraso en “años luz” de una verdadera democracia seria, de un verdadero ejercicio público, en el que los asuntos de Estado sean manejados por los más capaces en la materia.

Supóngase el caso de un cirujano que no hubiere siquiera concluido la medicina general, que haya a lo sumo, tal vez visto como se realiza un operación por internet y se disponga a ejecutarle una cirugía a corazón abierto, cuando la situación nacional es tan delicada como ello, ¿acaso usted pondría su vida en las manos de tal doctor? No lo creo, y es la respuesta lógica de cualquier persona. Guatemala se encuentra en una debacle no solo institucional y violenta, también se encuentra a merced de una inexistencia real de intelectuales, de personas formadas específicamente para debatir los temas que merecen importancia, para dirigir las oficinas públicas, en lugar de ello vemos organismos y dependencias estatales plagadas de conocidos y amigos que jamás han manejado siquiera una empresa mercantil, que asienten y levantan la mano en las sesiones sin dominar o tener conocimiento mínimo sobre los temas. Nos guste o no, nos encontramos inmersos en la política todos los días, se sea lo que se sea, nos encontramos inmersos también en la economía aunque poseamos tan solo dos quetzales en la bolsa, ya que somos agentes sociales sumergidos todavía en una mayor esfera social, crear políticos de envergadura, honor y profesionalismo concierne a todos y cada uno de los guatemaltecos sin excepción, pues nuestra vida gira alrededor de las decisiones que adoptan estas personas, el rumbo es escogido por ellos, y a la deriva nos encontramos por esa escasa formación real y formal, alcanzando incluso el carácter de lo ético y moral. No hablamos solo de la corrupción pública, hablamos en este caso y lamentablemente de la ignorancia, y aun navegando en esa ignorancia la certeza por parte de estos individuos de que se es experto y se sabe lo que se está haciendo, esta es una alerta a las Universidades, colegios e instituciones intelectuales, para formar a los pequeños, medianos y grandes, con valores, conocimiento, y el deseo de mejorar, basta decimos algunos a la mediocridad, pero cada día se escuchan menos las voces del cambio.

A. Diéguez

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