viernes, 26 de febrero de 2010

Fisiocracia, carroñeros y Filología

Te carcome, te hace ser egoísta…
Nunca los ves y cuando los ves; pues claro, son simples y hasta rabiosos extraños. La mirada inocente de hace años ha cambiado, la felicidad en esos ojos ha desaparecido. Simplemente esperan un soplido de la muerte; para que las hienas se abalancen sobre el cadáver que yace pero que deja mucho de dónde tirar, morder y del que todos los días jadeas, esperando que hoy se de ese soplido.
Ahora esa mirada no habla es muy silenciosa, sigilosa hasta cierto punto, así sea que se encuentran tertulias, bromas o mímicas de por medio. No te das cuenta, no se dan cuenta esa mirada está ahí, no pertenece al Gran Hermano, es la mirada del filólogo del ser, aunque no se dan cuenta ya es un filólogo. Se asquea, le repugna la espuma que cae de sus bocas, de tu boca que cuando los “textos” son expuestos para que los hienas y buitres puedan rondar, para percatarse de que el soplido; está muy cerca.

La hiena desde cerca, se deja entrever, a carcajadas falsas e hipócritas le habla al búho, diciéndole entre risas, que de verdad le respeta y admira sus funciones. Claro, le admira su bello plumaje que ha adquirido con el tiempo. El buitre, desde lejos, se deja ver únicamente cuando el búho está enfermo, esperando de una vez por todas dejarse ir hacia el cadáver. El filólogo, puede ver lo que el búho, ya con el tiempo no puede distinguir. Prefiere no hacer comentario a lo que ve, simplemente ver, pasar y dejar; en definitiva aplica la frase de Jean-Claude Marie Vicent de Gournay, laissez faire, laissez passer. Ya tendrá que aparecer la “mano invisible” de Smith, haciendo justicia.
El filólogo no espera premio por sus observaciones, no le corresponde a dicho personaje tomar la justicia, es en este caso a Smith (La vida) quien se encargara, que por una vez aparezca la Mano Invisible.

laissez faire, laissez passer

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