domingo, 18 de julio de 2010

Esquizofrenia

Llega a caracterizarse como trastornos mentales que tienen como efecto una mala interpretación o bien, una distorsión de la realidad. Hasta incluso alterar la ejecución de las acciones del humano; perder interés en una o varias metas y claro, una disfunción social.
Entonces ¿Qué personas son las que padecen no una, muchas veces o durante toda su vida, de esquizofrenia?
¡Que importan los demás! ¡Inferiores seres con muy pequeños y casi inexistentes indicios de alma!
Hablemos de aquel que sea capaz de reconocer dichos síntomas en su existencia. Rápidamente me sentí identificado como un enfermo capaz de reconocer dicha enfermedad pedir ayuda para sanar la misma.
Qué triste, que vacio que duro es llegar a la “deconstrucción” de una realidad, de una cosa, de un algo, de una persona, de cualquier verdad deconstruida en mentira. Lo más duro de todo ello no puede ser reconocer la enfermedad, aunque puedan ser muchos años para poderla ver de esta manera; lo más duro tiene que ser (y lo es en efecto) en iniciar la destrucción y una muy lejana construcción de ese verdad convertida en mentira.
La mente no está lista para asimilar dicha mentira, para encontrar todo punto de debilidad, de asco abrupto y de tan incipiente encanto.
El problema de la esquizofrenia no radica en reconocerla como tal, sino en poder deconstruir con el mayor tiempo posible, tomando respiros y siendo frio a dicho análisis. Luego, destruir con la mayor brevedad posible, puesto que no existe razón alguna para la contemplación luego de que los puntos rácanos e innecesarios han sido desenmascarados.
¡Qué fácil ha de ser la vida para los pobres imbéciles que no reconocen su enfermedad!
¡Jamás tendrán frente a si a la temible deconstrucción!
No todos son espíritus libres.

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