Qué triste es saber que tus ojos son ajenos a mi camino, que triste es saber que la felicidad puede serte otorgada y al mismo tiempo puedo caer en la desgracia.
Qué bello es no verte y saber que existes. Que increíble es saber que existe la ínfima posibilidad de verte. Qué bueno es bramar al cielo por ti.
Qué bueno y bello es todo esto; porque jamás tendré esos ojos; esos ojos pobres, ignorantes y vacios; que jamás han sabido de ti.
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